“Y no fue hasta que me senté a descansar sobre la hierba de un pequeño paque de París cuando fui consciente por primera vez de que mi sueño de visitar la capital francesa se estaba cumpliendo. Y en aquel momento, en mitad de una apacible tarde de primavera, mientras los demás seguían con sus vidas sin percatarse de mi presencia, me invadió un sentimiento extraño: primero recordé mi país, me vi a mí misma viajando sola y tuve ganas de llorar; después fue como si perteneciera a aquella ciudad, como si las distancias no existieran y mi lugar en el mundo estuviera precisamente en aquel parque. Y en aquel instante, fue extraño pero sucedió así, fui feliz y triste al mismo tiempo”.
De todos estos días viviendo en el interior del festival de cine de San Sebastián me quedo con este fragmento intenso de celuloide. La voz en off corresponde a la protagonista del corto que Alexander Payne (el director de Entre copas-Sideways, 2004) firma en la película colectiva Paris, je t’aime, que pasaron en la sección paralela de Zabaltegi. También podría recordar los diálogos y momentos de Más allá del espejo, la última de Joaquín Jordá. Diré que es una extraña película paternal y maternal al mismo. Y a pesar de no saber exactamente qué quiero decir con esto, sé que es la única manera que tengo para definir una historia de emoción absoluta.
Lo que sigue es una lista. No quería escribir una lista pero me ha salido una lista con comentarios breves sobre todas las películas que he visto estos días.
San Sebastián 2006, divina luz:
Niwemang, Bahman Ghobadi (Irán-Irak-Austria-Francia).
Hay películas que son mapas. Y hay mapas que a veces provocan preguntas raras. ¿Dónde está el kurdistán? ¿Cómo son sus montañas? ¿Qué puede estar haciendo en este preciso instante un señor que vive en alguna de sus aldeas fronterizas? Se me ocurre pensar también en la capacidad que tienen los mapas para ser otra cosa. Por ejemplo: una vez recibí un plano de Oporto en el interior de un sobre sin remitente que me llegó desde una ciudad en la que nunca había estado. Sé que Carver hubiera escrito algo interesante con todo esto. Lo mismo hace el director Bahman Ghobadi. La película no se conforma con copiar las lineas que delimitan el Kurdistán iraquí. Va mucho más lejos y provoca en el espectador algo parecido a recibir algo que no sabemos del todo qué es ni quién lo envía. Por eso me gustó mucho y me alegré cuando le dieron la Concha de Oro. Para conocer el argumento y todo eso basta con mirar en cualquier otra página. Yo estoy escribiendo otra cosa; me limito a recordar a su protagonista, el señor Mamo, y la extrañeza que me provocaron sus imágenes sin explicación ni final.
En las montañas del kurdistán nieva mucho. Y mientras veía la película pensé que era muy posible que nunca en mi vida pudiera pasear por allí. Entre su nieve.
Direktoren for det Hele, Lars von Trier (Dinamarca-Suecia-Francia).
- ¿Te reíste?
- Sí, mucho. Es una película divertida. Y lo que más me interesa de este tipo es que siempre hace lo que le da la gana. Como nosotros en este diálogo.
- ¿Nosostros?
- Sí, nosotros, que hacemos como que somos dos personas charlando tranquilamente sobre cine cuando en realidad soy yo escribiendo en el ordenador.
- Ah, vale, eso.
- Sí, eso.
Lo que sé de Lola, Javier Rebollo (España-Francia).
Si Javier Rebollo no fuera Javier Rebollo y fuera yo o si yo no fuera yo sino Javier Rebollo, creo que nos entenderíamos. Por lo menos al principio. Gonzalo, que había leído el guión de la película, me dijo que me iba a gustar. Y casi me gusta. Pero no. Terminó disgustándome. Y mucho. Pero hay detalles en esta película que yo hubiera contado igual. Lo bueno de haberla visto es que ya no voy a rodar como lo ha hecho Rebollo. Porque hay cosas que a veces funcionan sobre el papel pero que después no aguantan en pantalla. La teoría sirve para la teoría. El cine es otra cosa.
Hana, Hirokazu Kore-eda (Japón).
¿Qué le ha pasado a Kore-eda? No he encontrado en su última película nada de After Life (1998) ni de Nadie Sabe (2004). La historia se había presentado como una fábula de samurais crepusculares. Pero no llega a ningún lado. Y yo tengo una sóla pregunta: ¿qué te ha pasado, Kore-eda? Porque algo te ha tenido que pasar. El subtítulo de todo esto podría ser el siguiente: el cine, como la vida, es complejo y a veces no sale como esperamos, qué pena.
Dies d’agost, Marc Recha (España).
El director explicó que con esta película cerraba un ciclo; y cuando lo estaba diciendo hizo ese gesto que se suele hacer con la mano cuando un ciclo en forma de círculo se está cerrando. Por lo tanto, esta película está muy cerca de aquella otra titulada El cielo sube y que Rechá firmó en 1991. Reconozco el mismo riesgo a mirar sin prisa y con atención lo que rodea a los personajes y a los personajes mismos. Y entiendo el hartazgo de Recha por una fórmula que, según dijo, está deseando abandonar para explorar nuevos territorios. Comienzo y final por lo tanto, como tantas cosas. Y un gesto rápido para decir que algo ha terminado.
Littlé Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris (EEUU).
Odio esta película. Y eso que se ha llevado el Premio del Público; Y eso que a veces es muy graciosa. Pero yo estoy harto de estos juegos huecos que van de politicamente incorrectos y que no se atreven a hacerse preguntas. ¿La familia unida jamás será vencida? Esta película es una cortina de humo. Prefiero quedarme con el primer John Waters, Tod Solondz, Paul Thomas Anderson o el Ang Lee de La tormenta de hielo. Incluso con los Farrely de Algo pasa con Mary, que llegan mucho más lejos. Cobarde Littlé Miss Sunshine.
Fair Play, Lionel Bailliu (Francia).
La periodista Begoña del Teso dijo que esta película equivalía a un puñado de sal sobre una herida abierta. Y la verdad es que hace daño, sí. Heavy. Se llevó el premio de los Nuevos Directores y recuerda un poco a Houellebecq, a Haneke y a Neil Labute. Personajes demostrando sin ningún reparo que el hombre es un lobo para el hombre, etc. Mucho perro. Las nueces suenan, la sangre llega al río... Pero. ¿Es esta la mejor propuesta de un nuevo director? Pero. Perro. Pero.
Glue, Alexis dos Santos (Argentina-Gran Bretaña).
El subtítulo más chulo de todo el festival ha sido el de esta película: “historia adolescente en medio de la nada”. Y una de las fotografías más originales y arriesgadas también. Y uno de los actores jóvenes con más fuerza, Nahuel Pérez Biscayart. Después Glue no pega tanto y se queda un poco en el subtítulo, en la parte baja de lo que podría haber sido. Pero me la imagino en un ciclo sin brújula de la sala Lugones de Buenos Aires junto a Nada solo y Como un avión estrellado de Ezequiel Acuña, cerca de La Perrera de Manolo Nieto.
Os 12 trabalhos, Ricardo Elias (Brasil).
El premio Horizontes Latinos fue para esta película que se desarrolla en Sao Paulo. Sirvió para que pudiera observar las calles de una ciudad que quizá visite algún día. La argentina El custodio de Rodrigo Moreno quedó finalista en este premio. Promesa número uno: si el año que viene vuelvo a San Sebastián, voy a dedicar más tiempo a la sección horizontes latinos. Promesa número dos: en algún momento tengo que volver a intentar estudiar portugués.
La punta del diablo, Marcelo Paván (Argentina-Venezuela-Uruguay).
El año pasado, mientras rodábamos Wrócic (Volver) en La Floresta, un diario uruguayo hizo un reportaje sobre las películas que se estaban filmando en las costas del país y la de La punta del diablo se reseñaba junto a nuestro cortometraje. Fuimos vecinos de rodaje, aunque ellos trabajaron mucho más al este. Volver a un Uruguay invernal a través de una película ha sido reconfortante. Cálido incluso. De alguna forma ha sido como si el mar de por medio no existiera. Como si por un instante y en una sala oscura, mi lugar en el mundo estuviera precisamente a uno y otro lado de la pantalla. Allá y acá.