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WRÓCIC (VOLVER)

#24 La lata dos da la lata

#24 La lata dos da la lata

Si me quito las gafas no veo. Lo que sucedió con la lata número dos fue algo parecido: cuando llegaron las imágenes desde el laboratorio de Buenos Aires fue como si las gafas hubieran dejado de funcionar. Incluso las de aquellos que no tenían gafas.
Miguel y Diego cargaron con las siete latas de los tres días de rodaje y viajaron a Buenos Aires en un ómnibus nocturno para entregar todo el material en el laboratorio. Se puede decir que era uno de esos viajes importates, pues si sucedía algo –un rayo fulminando a Diego o el ataque de un chancho jabalí dejando fuera de juego a Miguel y comiéndose el celuloide-, el corto dejaba de existir.
Aprovecho este inicio de viaje para contar que en Uruguay no existen laboratorios de revelado y que todo el material que se filma en el país hay que llevarlo a Argentina o a Brasil. Existen dos formas de pasar este material: la legal, que implica miles de papeleos y luchas con la administración uruguaya; y la “otra”, que fue la que nos vimos obligados a elegir. Miguel y Diego (M y D a partir de ahora, por eso de guardar las formas de los relatos que bordean la legalidad) cargaron en sus valijas el corto con la esperanza de que los aduaneros no se fijaran demasiado en sus caras. El pase en ómnibus era la única forma de eludir los rayos X –que velan el celuloide- del aeropuerto y del buquebús. Hubo suerte y la primera parte del viaje salió bien.
Dos días después me llamaron a Montevideo para decirme que una de las latas había dado problemas. Toda la lata número dos (diez minutos de película) estaba desenfocada y en el laboratorio no sabían a qué podía deberse. Pensamos en hacer una ampliación del negativo para comprobar si el fallo era del material original o del proceso de pasarlo a un formato digital (es lo que se llama “transfer”). A Rebela y Stoll les había sucedió algo parecido con algunas latas de 25 Watts y en aquel caso resultó ser un fallo de transfer. Al final pedimos ayuda a la cortadora de negativo, Cristina Rissoto, que nos hizo el favor de mirar con lupa el material y nos confirmó que el falló era del celuloide, por lo que no había nada que hacer con todas aquellas imágenes. Tras el susto inicial, el abismo en el estómago y las palpitaciones frías en las sienes, nos vimos obligados a resucitar y a preparar el re-rodaje. El balance final del corto quedó con este suceso en cuatro días de filmación y nueve latas de película.
Termino con un pequeño informe de hipótesis sobre el material desenfocado. ¿Por qué una película puede salir desenfocada?:


- Opción A: fallo del laboratorio. Como ya he contado, puede suceder que el transfer se haga mal, pero Cristina nos confirmó que el error era del material original, por lo que la investigación apunta a la cámara o a la película.
- Opción B: película virgen defectuosa o mal conservada. El celuloide es un material muy sensible y si no se conserva-manipula con cuidado, puede dar algún problema. Pero es rarísimo que sólo una de las siete latas nos saliera mal, pues todas eran de la misma serie. Y además, el tipo de desenfoque no parecía tener que ver con la química.
- Opción C: el grosor de la película en blanco y negro es menor que el de una película de color, por lo que si no se ajusta bien en la cámara, puede “bailar” un poco, provocando una imagen distorsionada.
- Opción D: el foquista se despista, mide mal y hace ajustes erróneos. No es el caso. La foquista del cortometraje es una profesional como la copa de un pino y el tipo de desenfoque no tiene nada que ver con esos errores de la rueda de foco.
- Opción E: el chásis no queda bien ajustado a cámara, se rueda en un exterior con mucha luz y la película baila y se vela de una forma rara. Puede que esta opción, junto con la C, terminaran provocando la imagen doble y fuera de foco que nos encontramos.
El enigma de la lata dos termina aquí y ahora (en la Isla de Pascua, podría decir para añadir todavía más misterio).
A mí me gusta pensar que era necesario volver a filmar y que un rodaje consiste precisamente en eso, en saber caminar poco a poco sobre una cuerda floja.

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